Los ataques, producidos los pasados 10 y 14 de abril en un establo situado a las afueras de Anglesola, se saldaron también con la fuga de decenas de ovejas, que huyeron despavoridas ante la presencia de los cimarrones y que acabaron cayendo en el río Ondara y en una acequia del canal de Urgell, que discurren próximos a la finca.
"Es difícil determinar la cifra de bajas, porque también ha habido ovejas que han muerto ahogadas y todavía no han sido localizadas", explicaba ayer Miquel Tomàs, dueño del rebaño atacado. Eso, precisó el ganadero, sin contar los casos de reses preñadas que han abortado y han perdido las crías que estaban esperando. El hombre, que se dedica a la cría de ganado ovino y a la venta directa de carne de cordero, estima que ha perdido no menos de 10.000 euros por culpa de los ataques de los tres canes asilvestrados.
Ayer, Tomàs no tenía palabras para describir la matanza ocurrida en sus corrales. "En el primer ataque, el que tuvo lugar el Viernes Santo, murieron más de 50 ovejas que dejaron un largo reguero de sangre. Encontré cadáveres hasta en el municipio vecino", relató. Según su testimonio, los perros "atacaron de forma muy violenta, hasta el extremo de encararse con los hombres que intentaban ahuyentarlos".
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